Los renglones torcidos

Entre los muchos motivos que, por lo común, alteran el necesario descanso de los hombres hay dos que destacan sobre los demás: la depresión de un gran fracaso y la exaltación de un gran éxito. Para el primero, la naturaleza posee numerosos antídotos: el cerebro colabora con la voluntad para tender una sutil capa de humo que acaba ocultando el recuerdo del descalabro sufrido. Y tarde o temprano el sueño llega como una oportuna medicina.
Pero cuando la alteración viene producida por el éxito, ni la voluntad se presta a tender esa protección ni el entendimiento colabora a ello. Ambos a una, quieren regodearse con la satisfacción recibida, desean gozar de su recuerdo; se niegan a perder el más mínimo detalle y gustan volver una y otra vez al motivo de su contento.

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